MÉXICO, 30 noviembre 2009 (Excelsior).- A mediados de marzo pasado, el Sistema Nacional de V igilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud puso bajo observación a la pequeña comunidad de La Gloria, en el municipio de Perote, V eracruz, por un brote de influenza fuera de temporada que afectaba fuertemente a unas 40 personas. Otras 200 presentaban síntomas de resfrío.Cuando se hizo un análisis de muestras, las autoridades se sorprendieron de la aparición de cuatro categorías de virus: la influenza estacional (A/H3N2), una tipo B, parainfluenza y una tipo A cuyo subtipo no pudo ser identificado.
“No era común que en una comunidad tan pequeña se combinaran tantos tipos de influenza”, contó una fuente de la Secretaría de Salud, que pidió el anonimato. “También nos llamó la atención que en la cola del brote —que comenzó el 9 de marzo y terminó el 10 de abril— el tipo predominante fuera el B ”.
Las autoridades establecieron una hipótesis sobre lo ocurrido en La Gloria: una ampliación inexplicada del periodo de la influenza estacional. Y lo comunicaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 12 de abril, como lo establecen los compromisos del país.
Sin que el gobierno mexicano lo imaginara, se estaba incubando una epidemia de influenza que irrumpiría pocos días después. Casualmente, el mismo 12 de abril, se recibió una información inquietante desde Oaxaca: en un hospital de esa capital, había ingresado una mujer de 39 años, con antecedentes de diabetes, aquejada de una neumonía grave. Adela María Gutiérrez Cruz, trabajadora del Sistema de A dministración Tributaria, había comenzado a sentir los síntomas de una gripe ocho días antes.
A ntes de ser internada en estado crítico, había visitado a dos médicos que le prescribieron sendos tratamientos con antibióticos, los cuales no surtieron efecto. Menos de 24 horas después de su ingreso en el hospital, falleció. Las características de la enfermedad ameritaron que el caso fuera reportado a la Ciudad de México.
La información proveniente de Oaxaca decía que se había logrado aislar un coronavirus, una familia viral a la que pertenece el causante del síndrome respiratorio agudo y severo (SARS). Esto causó alarma entre las autoridades, por lo que se pidió que fuera enviada una biopsia a la capital.
A hí se descubrió que no se trataba de un coronavirus, sino de un virus de influenza tipo A , cuyo subtipo tampoco pudo ser determinado, al igual que sucedió en el caso de La Gloria, con las muestras del niño Édgar Hernández. Los síntomas del niño aparecieron el 1 de abril. Dos días después, se enviaron sus muestras a la Ciudad de México.
En un principio, nadie conectó los dos casos. Mientras tanto, en California, Estados Unidos, dos personas habían desarrollado en marzo neumonías poco usuales. D otadas de mejor tecnología, las autoridades locales habían aislado al causante de la enfermedad: un virus tipo A del subtipo H1N1, con una estructura genética hasta entonces no vista. Era un virus de influenza combinado: humano y aviar. El martes 14 de abril, en semana de Pascua, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) informó a su vez de una situación inusual: casos de neumonía, en adultos jóvenes, de evolución muy rápida.
Varios habían fallecido. Preocupado por los tres hechos, en distintas partes del país, personal de la Secretaría de Salud hizo contacto con el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de A tlanta, Estados U nidos. “Nos hablaron del hallazgo en California y nos dijeron que lo publicarían en su boletín”, relata la fuente. La información apareció en el Morbidity and Mortality Weekly Report, el martes 22. Era un nuevo virus. “Hasta ese momento seguíamos manejando la hipótesis de una ampliación del periodo de influenza estacional, pero no quisimos quedarnos con la duda de lo que había pasado en Perote y en Oaxaca. Hablamos con los CDC de Estados U nidos y Canadá y les enviamos 51 muestras, tomadas de Perote, Oaxaca y el INER”.
El 22 de abril, las valijas con el material genético salieron hacia Atlanta y Winnipeg, donde se hicieron las pruebas en la madrugada del jueves 23. Hacia las tres de la tarde, hora de la Ciudad de México, llegó la información: en 17 de los 51 casos (siete correspondientes a personas fallecidas y diez a personas vivas) se encontró presencia del nuevo virus tipo A , subtipo H1N1, cuyo componente porcino se acaba de descubrir.
La noticia fue comunicada inmediatamente al secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, quien llamó por teléfono al presidente Felipe Calderón y le pidió cita en Los Pinos para transmitirle una información importante para la Seguridad Nacional. A las 7 de la noche del jueves 23 de abril, el Presidente de la República convocó a su gabinete a una reunión de emergencia.
El gobierno puso en práctica un plan de acción, desarrollado por primera vez en 2005, para hacer frente a una epidemia de influenza.
El escenario previsto no se había cumplido, pues se pensaba que el país enfrentaría una versión mutada de la gripe aviar (H5N1) capaz de transmitirse de humano a humano. Aun así, el gobierno había comprado 1.1 millones de dosis del antiviral oseltamivir (conocido también por su nombre comercial Tamiflu), mismas que por cuestiones de seguridad se guardan en bodegas del Campo Militar Número U no. Además, emprendió trámites para la adquisición de equipos de identificación molecular, conocidos como PCR, con los cuales se harían pruebas para comprobar la presencia del A /H1N1.
Dichos aparatos sólo se venden con autorización de la OMS a países que tienen buen nivel de bioseguridad, dijo la fuente. “Hay una gran demanda de ellos en el mercado y afortunadamente pudimos comprar diez de ellos”. El martes 28 los equipos estaban listos para comenzar a aplicar pruebas y el personal que los manejaría estaba capacitado.
Equipos semejantes, en el Laboratorio Estatal de Salud Pública de Veracruz y en los institutos nacionales de Enfermedades Respiratorias y Nutrición, han sido habilitados para apoyar la aplicación de pruebas, que arrojaron, entre la tarde del martes 28 y la madrugada de ayer las primeras 49 confirmaciones de casos de la llamada influenza porcina. Éstos correspondieron a 42 personas vivas y siete muertas. A noche, nuevas pruebas ampliaron la certeza: de 99 casos confirmados, 92 son de personas vivas y ocho muertas.
La fuente especificó que los equipos tienen en este momento capacidad de analizar 66 muestras cada seis horas (tiempo de duración de la prueba), pero que el objetivo es analizar 500 muestras por día. Respecto de por qué ha avanzado de manera tan lenta la confirmación de los casos, la fuente explicó que entre el 23 de abril —cuando se recibió la información de A tlanta y Winnipeg sobre los 17 casos— y el 28 de abril las autoridades mexicanas no tenían modo de aplicar ellas mismas las pruebas. “Ahora sí lo podemos hacer y vamos a avanzar más rápido”, aseguró.
Anoche había ocho casos confirmados de fallecimientos atribuidos a la llamada influenza porcina.
—¿Qué características comparten los casos del D istrito Federal y el Estado de México?
Son adultos jóvenes que vivían en condiciones de cierto hacinamiento. Los del D F vivían en las delegaciones Tláhuac, Iztapalapa y Gustavo A . Madero; los del Estado de México, en los municipios de Ecatepec y A tizapán.
—Si el niño de La Gloria y la mujer de Oaxaca nunca salieron de sus comunidades, ¿por qué se contagiaron más o menos al mismo tiempo?
Es una pregunta para la que aún no hay respuesta.
— ¿La epidemia se originó en California?
Tampoco lo sabemos aún.
Con el arribo de equipo especializado se prevé avanzar más rápido en el análisis de muestras
A mediados de marzo pasado, el Sistema Nacional de V igilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud puso bajo observación a la pequeña comunidad de La Gloria, en el municipio de Perote, V eracruz, por un brote de influenza fuera de temporada que afectaba fuertemente a unas 40 personas. Otras 200 presentaban síntomas de resfrío.
Cuando se hizo un análisis de muestras, las autoridades se sorprendieron de la aparición de cuatro categorías de virus: la influenza estacional (A/H3N2), una tipo B, parainfluenza y una tipo A cuyo subtipo no pudo ser identificado.
“No era común que en una comunidad tan pequeña se combinaran tantos tipos de influenza”, contó una fuente de la Secretaría de Salud, que pidió el anonimato. “También nos llamó la atención que en la cola del brote —que comenzó el 9 de marzo y terminó el 10 de abril— el tipo predominante fuera el B ”.
Las autoridades establecieron una hipótesis sobre lo ocurrido en La Gloria: una ampliación inexplicada del periodo de la influenza estacional. Y lo comunicaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 12 de abril, como lo establecen los compromisos del país.
Sin que el gobierno mexicano lo imaginara, se estaba incubando una epidemia de influenza que irrumpiría pocos días después. Casualmente, el mismo 12 de abril, se recibió una información inquietante desde Oaxaca: en un hospital de esa capital, había ingresado una mujer de 39 años, con antecedentes de diabetes, aquejada de una neumonía grave. Adela María Gutiérrez Cruz, trabajadora del Sistema de A dministración Tributaria, había comenzado a sentir los síntomas de una gripe ocho días antes.
Antes de ser internada en estado crítico, había visitado a dos médicos que le prescribieron sendos tratamientos con antibióticos, los cuales no surtieron efecto. Menos de 24 horas después de su ingreso en el hospital, falleció. Las características de la enfermedad ameritaron que el caso fuera reportado a la Ciudad de México.
La información proveniente de Oaxaca decía que se había logrado aislar un coronavirus, una familia viral a la que pertenece el causante del síndrome respiratorio agudo y severo (SARS). Esto causó alarma entre las autoridades, por lo que se pidió que fuera enviada una biopsia a la capital.